miércoles, 3 de marzo de 2010

El viajero

Acá empieza el diario de un viajero muerto, un viajero que no tenía familia, amante o persona alguna que se preocupara por él.
Caminaba en un eterno mar de incertidumbres que no tenían sentido alguno. Rezaba a lo desconocido, que llegase el día en el cual él, el viajero desconocido, conociese a esa muchacha, que no le importase su pasado, ni las huellas sobre su piel. (Perdón no me he presentado, soy la nada y el todo, soy la que sabe y la que desconoce, soy la artista y la creadora, pero a la vez soy el consumidor, el que compra cosas ridículas, soy la persona que camina por la calle y nadie ve, pero la que ve todo; soy fea, soy bonita, soy hombre y soy mujer, soy el bien y soy el mal, soy lo conocido y lo desconocido, soy lo benigno y lo maligno, soy tu peor pesadilla, pero también tu mayor fantasía sexual, soy aquel que tu esperas ver en cualquier momento.) Conoció continentes, países, pueblos, mares y ríos y jamás encontró a su amada; cada día que pasaba era una huella más sobre su piel, cada año que moría era un peso más que cargaba. Era raro, los hombres no le agradaba verle llegar al pueblo, corrían a esconder a sus mujeres y a sus hijas. Estas fascinadas por lo prohibido y ya que se sentían atraídas por su rareza querían verle de cerca, tocarle y si era posible dejarle entrar en ellas. Nunca nadie adivinó su edad, siempre fue un misterio para la sociedad; parecía que tuviese 25 años, por su físico, pero por lo que había vivido y por la historia plasmada en su piel parecía que tuviese más de 90 años.
Siempre se le veía el mismo atuendo, parecía que no se lo cambiase nunca, aunque su ropa expendía ese agradable aroma desconocido, que era mejor que cualquier colonia francesa; si mal no lo recuerdo era un aroma que recordaba al otoño era como un olor de tristeza de que la belleza se iba para darle paso a algo nuevo que estaba por crearse. (Como se habrán dado cuenta lo conozco bastante bien; se que suena raro pero conozco cada detalle de él.) Muchos le decían el mago, porque de alguna extraña manera siempre lograba estar siempre en los lugares más visitados por las mujeres. Muchas de ellas cuentan, en secreto, que era un grandioso amante, que, aunque no hablaba, hacía ese extraño sonido, que hacía que se les erizara la piel, con ese sonido ellas sentían que entraban en un trance, del cual, cuentan ellas, hubieran preferido no salir jamás; muchas de ellas se quitaron la vida al realizar que no volverían estar jamás con su gran amante, bueno exagere un poco no era literalmente pero si en un sentido figurado, decía que sabían que jamás volverían a respirar igual.
Ellas siempre solían rogarle que les dijese su nombre o su edad o que por lo menos les revelara de que se trataban esas extrañas marcas en su piel. Al suceder esto el se vestía y se iba por la ventana para no regresar más. Yo le vi salir por muchas ventanas, murmurando algo así como, "malditas curiosas".
Yo le veía deseándole y rogándole al viento que le mostrara que yo no quería saber nada de él, que su silencio era mi enseñanza y que las marcas de su piel eran el libro de mi vida. (Contaré su vida desde el punto de vista más neutral posible.) De tanto rezarle a la luna que hablase con el mayor de sus hijos y le contase que necesitaba que él me quisiera, me amara y que en mis piernas amaneciera todas las mañanas; un día él me vio sentada bajo un árbol, viendo a la luz de la luna, se acercó a mi, con delicadeza, me quitó la ropa y yo la suya, nadie hablo, la luna nos cubría sonriente, a nosotros, a dos almas solitarias, que unieron su soledad para no perderse en el mundo desolado; me besó el cuerpo entero, sin abandonar una sola parte.
Llegó el amanecer y nuestros cuerpos, que aun se mantenían calientes de la noche, fueron descubiertos por el sol. Él me besó la frente y me cubrió mi desnudez con su chaqueta, con un leve gesto de agradecimiento, me besó los pies y se marcho. Yo sabía que esa era su despedida, que ya nadie le volvería a ver, que él había regresado con su madre, la luna.
Como al comienzo les conté, él ha muerto y nadie le extraña; yo estoy viva y no necesito extrañarle porque el me dejo lo más valioso que poseo en esta vida en mi interior, una ilusión. Aunque no le vea, le siento besarme todas las noches mi cuerpo desnudo a la luz de la luna.

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